Icono de notificación«Me encantó pasear junto al lago y me impresionó mucho la inmensidad del chorro de agua. Es una visita imprescindible.»
La luz del sol se cuela por tus pestañas. Estiras con parsimonia las piernas bajo el calor de las sábanas. Escuchas los susurros y las risas de los niños al otro lado de la puerta entreabierta de su habitación. Ellos también están despiertos y llenos de energía para empezar la jornada.
¡Pero antes de salir para visitar Ginebra hay que tomar un buen desayuno!
¿Eres más de salado o de dulce, de pan o de bollería? Y, para beber, algo caliente o zumo de fruta recién exprimida. Todo lo necesario para coger fuerzas.
¡Ha llegado el momento de dejar y partir a la aventura!
#En la ciudad
Hacéis una parada para recoger el pícnic y ponéis rumbo a Ginebra. Sube al tranvía 17 en la parada de Parc Montessuit, en Annemasse. Te llevará hasta el centro de Ginebra en 26 minutos. Durante el viaje, contemplas la ciudad que desfila ante tus ojos. Las cimas de la cordillera del Jura y de los Alpes juegan al escondite con los edificios. No te distraigas demasiado con las bonitas vistas, recuerda que tienes que bajar en la parada de Molard.
¡Ya estás aquí! El lago te espera a la salida del tranvía. Para llegar al Port Noir gira a la derecha y rodea el lago mientras observas a los cisnes nadar tranquilamente. Por el camino encontrarás el reloj de flores, el jardín inglés, así como su monumental fuente y el chorro de agua.
#Junto al agua
SSituado en el centro del puerto desde 1891, es el emblema de la ciudad. Desde lejos podrás ver los rayos de sol atravesar las gotitas de agua para formar bonitos arcoíris. Si no te importa mojarte, toma el espigón que lleva hasta la base y levanta la vista para contemplar su cúspide. ¡Tal vez te dé tortícolis, pues tiene 140 metros de altura!
Al estar tan cerca, seguramente notes las gotas de agua. Con la brisa, el chorro de agua se transforma en un pulverizador gigante. ¡Sin duda, te refrescarás!
Continúa el paseo a orillas del lago Lemán. Camina por los muelles hasta el Port-Noir, el punto de partida para tu viaje en gaviota («mouette»). Así se llaman estos barcos, que navegan por el lago todos los días del año. ¿Ya te has acomodado en la embarcación roja y amarilla? Ponemos rumbo a la ribera derecha del lago, acompañados por el suave chapoteo de las olas contra el casco, para luego descansar con un merecido tentempié.
Disfruta del instante en el parque, bajo los tenues rayos de sol. Siente cómo la hierba te hace cosquillas en los pies. Escucha con atención el canto de los pájaros. Aprovecha este descanso antes de ponerte en camino de nuevo para conocer un auténtico museo viviente.
#En el jardín
Los planes de la tarde están dedicados a la naturaleza. El conservatorio y el jardín botánicos de Ginebra albergan magníficas colecciones de plantas. Aquí se cultiva la diversidad vegetal. Recorre los pasillos según te plaza durante horas.
Te acompañarán en el paseo los gigantes del arboreto: estos imponente árboles conectan la tierra y el cielo. Nos muestran una dimensión del tiempo totalmente nueva. Recorre el jardín y descubre estos especímenes, entre los que se encuentran algunas zonas de visita imprescindible, como la avenida de plátanos de sombra.
Déjate conquistar por la rosaleda, regálate un instante de plenitud en el jardín japonés o piérdete en la jungla de invernadero tropical… En total, más de quince entornos conforman todas las diferentes facetas del jardín botánico.
Un lugar perfecto para despertar tu curiosidad y compartir el amor por las plantas de todo el mundo. Y, por qué no, sembrar algunas semillas para impulsar un cambio de hábitos ante los problemas del medioambiente que amenazan al mundo vegetal.
#Bajo las estrellas
Se acerca el final de la tarde. El calor veraniego empieza a disminuir. Es hora de ir a picar algo antes de la película. A partir de las siete de la tarde, el parque de la Perle del lago se va animando. Mientras esperas hay pequeñas actuaciones, juegos y bailes. También puedes acomodarte frente al lago y contemplar el espectáculo natural que tiene lugar ante tus ojos: poco a poco, el cielo se tiñe de tonos rojos y anaranjados, pasa a los colores pastel y, por último, a un azul cada vez más oscuro. Por último, es el turno de las luces de la ciudad. Van encendiéndose una a una, mientras su reflejo baila sobre las aguas del Lemán.
Cae la noche. La película puede empezar. Hay risas, nervios y mucha emoción. En una tumbona o en el suelo, sobre una mullida manta, los niños se acurrucan emocionados en tus brazos. Es un momento mágico.
La película termina y el cansancio se lee en los ojos de tus pequeños. Es hora de volver a casa tras un fantástico día de descubrimientos bajo el sol.
