El auge del transporte ferroviario en Francia fue un motor clave en el desarrollo del turismo. La región de Alta Saboya no fue una excepción y varias estaciones fueron construidas y operadas por la Compañía de Ferrocarriles de París a Lyon y al Mediterráneo (PLM). Desde su creación a mediados del siglo XIX, el tren se convirtió en un medio de transporte ideal para las mujeres gracias a su accesibilidad, rapidez y comodidad. Las mujeres tomaban el tren para viajar de vacaciones de varias semanas con el fin de disfrutar de sus lugares de veraneo preferidos. A menudo pertenecientes a la burguesía, solían viajar en pareja o acompañadas.
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No obstante, no era raro ver a numerosos grupos de mujeres de excursión, recorriendo los senderos y los caminos durante las vacaciones. En los Monts du Genevois, muchas de ellas hacían escala en Annemasse, una ciudad central, situada en el cruce de los principales ejes ferroviarios. Situada cerca de la turística Ginebra, las turistas transitaban por la estación de ferrocarril de Annemasse, antes de proseguir su viaje hacia las numerosas ciudades de alrededor, como Thonon-les-Bains o el valle del Giffre.
Sin embargo, ¡los propios montes del Genevois no pasaban desapercibidos y ya despertaban el interés de los turistas! El Salève, símbolo del Genevois, cautivaba por su majestuosidad. Durante mucho tiempo, se podía ascender a su cima mediante el ferrocarril del Salève, un tren de cremallera eléctrico, que llevaba a los visitantes a más de 1142 metros de altitud. ¡Toda una proeza técnica! Entre las viajeras ilustres destaca la célebre Isabel de Baviera, más comúnmente conocida como Sissi, emperatriz de Austria. Partiendo de Étrembières, tomaba el tren para ascender hasta las alturas del Salève, en dirección a Les Treize-Arbres. Cautivada por las vistas panorámicas que ofrecía aquella lenta ascensión, se enamoró profundamente de este encantador trayecto, que bordeaba los barrancos del macizo y que ofrecía unas vistas impresionantes de la cuenca ginebrina. Al llegar, su espíritu aventurero y su sed de exploración la impulsaba a pasear por Les Treize-Arbres, para luego pasar la tarde disfrutando de la paz y del aire puro del «Balcón de Ginebra».