Ácida y dulce a la vez, la frambuesa es un alimento emblemático del buen tiempo. Esta delicada y pequeña fruta de colores vivos tiene un sabor único y diferente según las variedades.
Los frambuesos, originales de las montañas de Europa occidental, están ahora presentes en muchos países. En Francia, la región de Auvernia-Ródano-Alpes es una de las mayores productoras y, dentro de la región, Machilly es su máximo representante. Este pueblo situado a los pies de la montaña de los Voirons y en la frontera franco-suiza tiene un sorprendente vínculo con esta fruta tan popular. ¿Sabías que hace más de cincuenta años Machilly era la capital de la frambuesa?
LA FRAMBUESA,
Una fruta conocida por todosUNA SORPRENDENTE HISTORIA
en las tierras de MachillyEn los años 1950, la frambuesa era el emblema de este municipio y le dio fama nacional. Su historia comenzó en los años treinta, cuando Jules Vachoux, jardinero en Ginebra, trajo sus conocimientos agrícolas a los huertos de Machilly y plantó los primeros frambuesos. En aquella época, en las tierras de Chablais abundaban la molasa y los sedimentos glaciares, lo que hacía que el suelo fuera fértil. Los veranos suaves y húmedos permitían a los agricultores locales producir varias toneladas de frutos rojos, siguiendo el ejemplo de Jules Vachoux.
En 1947, se creó una cooperativa en la región para gestionar la creciente industria de la frambuesa. Esta asociación permitió el desarrollo económico del municipio gracias a la producción de frambuesas. La humedad del suelo de la región de Chablais favoreció que el cultivo de este fruto rojo alcanzó un nivel récord, con 1900 toneladas producidas en 1957, es decir, ¡la mitad de la producción francesa! Ese año marcó el apogeo de dicha plantación y le dio el honorable título de «capital de la frambuesa» al pueblo. La fábrica Lenzbourg se trasladó a Machilly, con el fin de subcontratar parte de su producción. Esta empresa de mermelada originaria de Lyon transformó la materia prima de la frambuesa en mermeladas, coulis y hasta fijadores naturales para los perfumes. Este avance económico condujo a la construcción de un andén de ferrocarril en Machilly para enviar estos productos a toda Francia.
Mientras la popularidad del pueblo sigue creciendo, el año 1962 marcó un punto de inflexión. Una grave sequía azotó la región, causando considerables daños a la cosecha. Las difíciles condiciones meteorológicas y una coyuntura económica complicada obligaron a cerrar la fábrica Lenzbourg.
Hoy en día, el municipio conserva pocos vestigios de su época dorada, pero este patrimonio está arraigado en las tradiciones de sus habitantes. La sorprendente historia de esta baya perdura en el nombre de la carretera que unía el pueblo con la fábrica Lenzbourg: «la Route des Framboises» (la carretera de las frambuesas). Actualmente, Machilly cuenta con una sola explotación que perpetúa la fama de esta pequeña fruta local.
patrimonio arraigado
En la Ferme Lionnet, conocerás a Sandra Lionnet, la última agricultora de la famosa frambuesa de Machilly. Hace dieciséis años, se hizo cargo de la explotación de las tierras familiares de su marido para continuar con la tradición.
Una parte de las más de diez hectáreas se dedica al cultivo de fresas, grosellas rojas, grosellas negras, albaricoques y frambuesas. Sandra cultiva diversas variedades de frambuesas sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Pero es un cultivo frágil, sujeto a factores externos como el mal tiempo y las plagas. Se recolectan desde mediados de junio hasta finales de septiembre, cuando se clasifican en dos categorías: las que se venden en la granja y las que se destinan a la transformación. Sandra elabora de forma artesanal jaleas, mermeladas, siropes y aguardientes que vende en la granja. Este pequeño fruto rojo es muy popular por los lugareños y se vende rápidamente tras la cosecha.
Pero la herencia de esta baya de Machilly no se detiene ahí. El restaurante con estrella Michelin Le Refuge des Gourmets, en el centro del pueblo, convierte a la frambuesa en la protagonista de su menú cada verano. Conocedor de este producto desde muy pequeño, el chef Hubert Chanove continúa la tradición que inició su padre hace más de veinte años. Rinde un homenaje culinario que realza este producto local y perpetúa su arraigo a la región.